El misterio de los restos de Don Rodrigo tras la «funesta pérdida de España»
Lo que nos ha llegado de la famosa batalla de Guadalete y la Reconquista está a medio camino entre la realidad y la leyenda, lo que no ha impedido que todavía hoy se busque la tumba del Rey visigodo y el lugar exacto del enfrentamiento
Pobres, marginados y adúlteros: la historia oculta de España en las actas notariales
Representación de la batalla de Guadalete, con Don Rodrigo siendo abatido
El primer mito de la Reconquista se retrotrae al verano del año 711. Cuenta que Don Rodrigo, el último Rey visigodo, vio bañarse a la bella hija del conde Don Julián a orillas del río Tajo, en Toledo. En su 'Crónica Sarracina' (1443), el escritor Pedro del Corral la llamó Cava y con ese nombre pervivió hasta la actualidad. La joven había salido con sus doncellas por los jardines de su residencia para darse un chapuzón, sin percatarse de que el monarca godo la contemplaba. Al verla desnuda, su belleza le cautivó tanto que se volvió medio loco. Obsesionado con ella, el monarca comenzó a acosarla sin descanso, intentando ganarse sus favores. Sin embargo, no lo consiguió, pero no se dio por vencido y pocos días después la forzó.
«Florinda perdió su flor / el Rey padeció castigo», relata un romancero del siglo XV inspirado en esta crónica, que achaca el fin del reino visigodo en la Península a este ultraje: «De la pérdida de España / fue aquí el funesto principio». El caso es que Don Julián, gobernador de Tánger y Ceuta, había enviado a su hija a la corte de Toledo para que fuera educada. Hay quien defiende que fue requerida por Don Rodrigo, conocedor de su belleza, con el objetivo de consumar con más libertad sus deseos. Para ello, incluso, alejó a su padre hasta la frontera con África con la excusa de que le necesitaba allí para guerrear.
Aunque el relato cambia dependiendo de quien lo cuente en los siglos siguientes, todos coinciden en que Florinda se convirtió en una obsesión para el monarca. Como solo obtuvo negativas, la obligó a mantener relaciones sexuales con él. «Ella dice que hubo fuerza; él, que gusto compartido», señala el romancero. En 'La verdadera historia del rey Don Rodrigo' (1589), Miguel de Luna habla directamente de violación, pero otras versiones afirman que Don Rodrigo logró «yacer con ella» bajo promesa de matrimonio, aunque luego no cumplió.
La muchacha le contó a su padre lo ocurrido y este, furioso por haber mancillado su estirpe, facilitó la entrada de las tropas de Táriq ibn Ziyad, el general musulmán de Muza que ese mismo verano de 711 venció a las huestes de Don Rodrigo en la batalla del río Guadalete. Así se produjo entrada de los musulmanes en la Península Ibérica en el 711 y la consiguiente «pérdida de España».
Realidad y ficción
Con esa expresión lo calificó esta primera leyenda creada sobre los inicios de la Reconquista. Un episodio que se sitúa a medio camino entre la realidad y la ficción y que se ha contado durante siglos. A sus autores no parecía importarles que España no existiera como tal a comienzos del siglo VIII, porque lo acontecido en ese periodo de más de ocho siglos posteriores se ha construido mezclando hechos históricos con leyendas. Mitos que todavía tienen vigencia en la actualidad en muchos pueblos españoles.
Fue en ese momento cuando la historia de la Península Ibérica cambió para siempre, dando paso a un periodo que se prolongó durante más de ocho siglos. Desde entonces se ignora la suerte que corrió el Rey visigodo tras la contienda. Su cuerpo nunca apareció y surgieron nuevas leyendas. Se especula con que murió en la batalla de Guadalete a manos de Tariq. Otros barajan la hipótesis de que se ahogó en el río. Según la compilación de Ajbar Machmua (siglo XI), los árabes encontraron solo su caballo blanco.
Otros relatos parecidos afirman que huyó a la actual Portugal, donde se convirtió en ermitaño hasta su muerte en Viseo. Una lápida supuestamente hallada en el lugar nombra a «Rudericus ultimus rex gothorum» (Rodrigo, último rey godo), según se recogió en la 'Primera Crónica' de Alfonso X. El final más legendario aparece en otro romancero, según el cual fue sepultado vivo junto a una culebra que le devoró el corazón. Un relato este que da el pistoletazo de salida a todo tipo de mitos y preguntas sin respuesta sobre la Reconquista.
El lugar de la batalla
El lugar de la citada batalla acaecida del 19 al 26 de julio del año 711 es una de las primeras incógnitas por resolver. Tradicionalmente se ha situado a orillas del río Guadalete, en la localidad gaditana de Arcos de la Frontera. Sin embargo, hace un año y medio, el informe 'La batalla de los Montes Transductinos: ubicación y reconstrucción de los itinerarios de la batalla que decidió la suerte del reino visigodo', publicado por la revista Atenea, de la Asociación Española de Historia Militar, ubicó aquel enfrentamiento en el río Almodóvar, entre el cerro Torrejosa (Facinas, Tarifa) y la laguna de la Janda, a unos 60 kilómetros de Guadalete. Para determinar la ubicación exacta se utilizaron testimonios geográficos, estratégicos, logísticos y tecnología láser Lidar, además de las habituales fuentes primarias.
Dicho informe recordaba que, con anterioridad, ya se habían propuesto diversos emplazamientos, pero «dichas propuestas olvidan o marginan un determinante dato geográfico aportado por la única fuente literaria contemporánea de los hechos: la 'Crónica mozárabe' del 754, que deja meridianamente claro que el combate tuvo lugar en los 'Transductinis Promonturiis' ('Montañas Transductinas')».
A la pregunta evidente, los autores del informe –José Soto Chica, Eduardo Kavanagh, Francisco José Jiménez Espejo, Mónica Camacho Calderón, Jon Camuera, Kenza Mdehheb, Ana María Berenjeno y José Turrillo– no dudan en situar dichas montañas en torno a Iula Traducta (Algeciras) y descartan, por motivos filológicos y documentales, que se trate de Gibraltar. «Solo pueden ser las sierras que forman un arco que protege la bahía de Algeciras del interior. Un cinturón de montes, no muy alto, pero sí muy quebrado, que se alzaba como un muro entre las tierras bajas de la bahía y las marismas de la laguna de La Janda y Barbate», explican.
Y añaden: «Puesto que Táriq tenía su base logística en Algeciras, y puesto que Rodrigo marchaba contra él desde Córdoba, habrá que suponer que la batalla se libró en alguno de los puntos en donde las calzadas o caminos principales tocaban las Montañas Transductinas en su ruta desde Córdoba a Algeciras»». De la misma forma, no dudan de que el punto llamado El Lago, en donde diversas fuentes árabes dicen que se produjo la batalla, se corresponde con la antigua y hoy desecada laguna de La Janda. Una laguna que estaba dominada por un monte (cerro de Torrejosa) desde el que Táriq vio venir a Don Rodrigo y a su ejército.
Los restos
Con respecto al cuerpo de último Rey godo, como dijimos, nunca se encontró. Algunas teorías dicen que también pudo huir al norte, hacia Salamanca o Francia, además de Portugal, y otras que lo hizo hacia el oeste, buscando el camino más corto hacia Beja, en tierras lusitanas, donde lo aguardaba su amante.
Lo cierto es que la primera constancia escrita de que los restos mortales de Don Rodrigo se encuentran en la ermita de Santa María de España, en Sotiel Coronada (Huelva), fue redactada un milenio después, en 1712. En los documentos, el escribano local se refiere a la tradición oral que cuenta cómo, malherido, el Rey ordenó que le embalsamaran y enterraran bajo el suelo del santuario. Ahí es donde aparece la citada lápida, desaparecida durante la Guerra Civil, con la inscripción que indicaba que «Aquí yace Rodrigo, rey de los godos». Sin embargo, hay otra aparecida en una basílica de la ciudad portuguesa de Viseu y que también ubica allí la tumba.
En la década de los 80, durante las obras de ampliación de la ermita onubense, crecieron las sospechas sobre la posibilidad de que los restos de Don Rodrigo estuvieran allí. Durante los trabajos con excavadora encontraron por accidente los restos de lo parecía una cripta, después de que se hundiera el suelo por el peso de la maquinaria. Sin embargo, en aquellos años de escaso aprecio por los hallazgos arqueológicos, decidieron seguir adelante y obviar el descubrimiento. Llegaron el hueco con hormigón y encima colocaron unas vigas.
«No es descabellado»
El empeño por encontrar los restos o la tumba del Rey visigodo continuaron. Hace siete años, de hecho, se realizaron dos importantes trabajos arqueológicos en la ermita de Santa María de España. En primer lugar, rastrearon con georadar las zonas en las que, según la tradición oral y la documentación existente, podría encontrarse el sepulcro. Después, atendiendo a las pruebas geofísicas, realizaron sondeos junto al pilar de paso de la primera a la segunda crujía y bajo el ábside del edificio.
Aunque los resultados no fueron del todo concluyentes, como consecuencia de las algunas remodelaciones en los siglos precedentes, el arqueólogo responsable de la intervención, Omar Romero, aseguró al diario 'Huelva Información' que no se podía descartar todavía la presencia de los restos de don Rodrigo en Sotiel: «No es nada descabellado que puedan aparecer algún día». Una tesis que se apoya, entre otras cosas, en la gran comunidad visigoda de relativa importancia que se sabe que hubo en la cercana pedanía calañesa.
Mientras se sigue intentado desentrañar este misterio, nos tendremos que conformar con gran cantidad de cantares de gesta, romances y leyendas que llegaron a todos los rincones de Europa. Al margen de su indiscutible valor cultural, estos relatos fueron utilizados por las élites de los reinos cristianos, sobre todo por parte de la Iglesia, para legitimar la citada Reconquista, aunque no resultara fácil averiguar que era cierto y que no ni dónde se hallán los restos de Don Rodrigo. El objetivo era que calara en el imaginario colectivo la idea de que la lucha contra el musulmán no era solo un deber, sino una guerra santa bendecida por Dios.
Ver comentarios