El secretario de Defensa de EE UU presiona a Panamá para lograr el uso gratuito del Canal y reactivar las bases militares
Con la amenaza de China como bandera, Pete Hegseth cierra su gira por el istmo con conquistas que expertos locales señalan como inconstitucionales

Panamá ya le había dado mucho a Estados Unidos —no renovó el acuerdo de entendimiento que firmó con China en 2017 en el marco de la Ruta de la Seda, cedió en materia de política migratoria, BlackRock compró dos puertos—, pero el secretario de Defensa, Pete Hegseth, elevó la presión para lograr lo que faltaba durante su visita al país: paso gratuito para los buques de su Armada, presencia militar y defensa del Canal. “Mantendremos el Canal seguro y disponible a través del poder disuasivo de la fuerza de combate más fuerte, más eficaz y más letal del mundo”, celebró el jefe del Pentágono en una antigua base militar estadounidense a orillas de la vía interoceánica.

Hegseth aterrizó el lunes con una agenda y un discurso centrados en la obsesión del presidente Donald Trump con borrar a China del mapa continental. Extremadamente amable con los anfitriones, en cada una de sus apariciones públicas apuntó a eso. “China no va a utilizar este canal como un arma”, dijo el martes en un acto para mostrar las reformas patrocinadas por su Gobierno a un muelle local, donde habló de “enfrentar el desafío creciente de la China comunista”.
Con esa insistencia, sostenida desde diciembre por Trump, Hegseth cosechó conquistas impensables. Tras una reunión con el presidente panameño, José Raúl Mulino, ambos anunciaron acuerdos de entendimiento que otorgan al Gobierno estadounidense atribuciones con presencia y entrenamiento militar, planificación de seguridad marítima y cibernética. Además, estaría a punto de torcer la Constitución local al lograr algo desechado por Mulino hasta ahora: los buques militares estadounidenses cruzarán gratis por “compensación” por el Canal.
La letra pequeña de los acuerdos es desconocida, ya que ninguno de los memorandos de entendimiento fue publicado aún, pero los anuncios dispararon una avalancha de críticas. “Es una ocupación militar”, dijo el excanciller Ricardo Alberto Arias. Para Arias, como para otros de los protagonistas de las negociaciones para recuperar el Canal, es un retroceso.
Vuelta al pasado
Desde 1903 —cuando iniciaron las obras inconclusas del único paso entre el Atlántico y el Pacífico— hasta el último día de 1999 —cuando fue devuelta en cumplimiento del tratado Torrijos-Carter—, Estados Unidos dominó una franja de 1.432 kilómetros cuadrados de Panamá. Playas, selvas, aeródromos y la propia vía eran espacios vedados para los locales y usados por el ejército como base para entrenamiento militar o defensa. La capital a la que llegó Hegseth fue entonces una ciudad sitiada, con tanques y soldados del Comando Sur bloqueando el paso.
La sombra de esa época volvió durante la visita del secretario de Defensa. Por las más de mil tropas, aviones de caza y cruceros que hay hoy en el país; por el paso gratis, la reactivación de las bases y las atribuciones otorgadas.
Expertos y líderes de opinión han definido el acuerdo como una remilitarización, con el retorno de las antiguas bases. Tres instalaciones devueltas a Panamá hace 25 años serán reabiertas, según Hegseth: Rodman, donde operaban buques, y Howard y Sherman, donde hubo un centro de entrenamiento y ahora funcionará otro para capacitar en tácticas de combate —algo en lo que Estados Unidos marcó la historia de la región con la Escuela de las Americas, abierta hasta los ochenta en Panamá—. La iniciativa fue firmada por Hegseth y el ministro de Seguridad, Frank Ábrego, en la Conferencia de Seguridad de Centroamérica, donde también estuvo el presidente Mulino.
Durante una rueda de prensa conjunta, Hegseth justificó el memorando con la “amenaza china”. Ábrego negó que el acuerdo contemple la instalación de bases militares permanentes o sitios de defensa estadounidenses. “No estamos hablando de intervencionismo, sino de una colaboración conjunta, hombro con hombro con respeto al tratado de neutralidad”, suavizó Hegseth. Sin embargo, Panamá no puede otorgar el privilegio de cruce gratuito por el Canal a nadie sin violar el Tratado de Neutralidad, firmado en 1977 entre Jimmy Carter y Omar Torrijos como condición de Estados Unidos para garantizar la operación de la vía.
Es “una discriminación que prohíbe dicho tratado”, dijo Omar Jaén Suárez, uno de los negociadores panameños del acuerdo histórico.
Pérdida de soberanía
Mulino ha intentado proyectarse como un hombre fuerte en cuestiones de política interna, pero con su reacción a las amenazas de Trump ha sido señalada como “entreguismo” por algunos políticos y líderes de opinión del istmo. La única vez que puso un freno fue cuando tachó de “falsedad intolerable” la noticia difundida en febrero pasado por el Departamento de Estado que ahora se firmó: los barcos del gobierno de Estados Unidos pueden transitar por el Canal.
“Está violando la constitución”, dijo el excandidato a vicepresidente José Blandón, porque en los tratados tienen rango constitucional. “Estos acuerdos requieren transparencia y revisión de constitucionalidad”, agregó la directora del capítulo local de Transparencia Internacional, Olga de Obaldía. La exprocuradora Ana Matilde Gómez predijo que su Gobierno “pasará a la historia como el que más ha expuesto la seguridad del Canal de Panamá” con “tan abierta e innecesaria presencia militar extranjera y acuerdos que chocan con el tratado”.
Para el abogado Rodrigo Noriega, los anuncios implican “la mayor cesión de soberanía en la época democrática”. Algo que Hegseth evitó reconocer dos veces durante su visita. En un comunicado conjunto con los anuncios, su versión quitó la frase “el Secretario Hegseth reconoció el liderazgo y la soberanía irrenunciable de Panamá sobre el Canal de Panamá y sus áreas adyacentes” incluida en el que circuló la presidencia local. Luego respondió la pregunta de un periodista sobre el asunto con “el Canal está en Panamá”.
Sobre China fue más que enfático. Le dedicó un discurso donde advirtió a líderes centroamericanos sobre las posibilidades de una guerra en respuesta al avance de la potencia asiática en el continente con su fuerza económica y militar. “No buscamos la guerra con China, y ciertamente la guerra con China no es inevitable (...) Juntos debemos evitar la guerra disuadiendo de manera firme y enérgica las amenazas de China en este hemisferio”.
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